La tecnología se ha convertido en una aliada indispensable de la humanidad. Está presente en la vida diaria de la mayoría de las personas, su influencia abarca contextos tan cotidianos como una reunión familiar, hasta proyectos laborales de gran envergadura e importancia global.
Sin embargo, de la misma forma en la que aporta al desarrollo de nuestra especie, se vuelve en contra cuando es utilizada para afectar, no solo a individuos sino a compañías, industrias y hasta gobiernos a través de filtraciones de datos, ataques a sistemas, redes y programas en los que se almacena y se gestiona información confidencial.
Es a partir de esta realidad que surgen prácticas para la protección de datos como la ciberseguridad, la cual tiene como propósito proteger dispositivos, servidores, redes e información digital de ataques maliciosos, también conocidos como ciberataques.
La ciberseguridad, entonces, juega un papel importante en la actualidad pues, más allá de la protección de datos, es la encargada de predecir, prevenir y combatir la cibercriminalidad a través de herramientas y estrategias integrales de seguridad, garantizando la confidencialidad, integridad y acceso autorizado y controlado a la información digital de personas, empresas y naciones.
Durante la pandemia por COVID-19 las dinámicas laborales cambiaron, los espacios de trabajo fueron trasladados a los hogares de los trabajadores, generando así brechas de seguridad de datos que dejaron expuestas a las empresas, quienes identificaron la importancia de la ciberseguridad como una respuesta a la vulnerabilidad de su infraestructura y redes digitales.
La vulnerabilidad ante los ciberataques se ha convertido en un reto diario para las grandes, medianas y pequeñas empresas, quienes cada año registran aumentos en su inversión en ciberseguridad, reafirmando la importancia de esta práctica en sus procesos de almacenamiento y protección de datos e información.
Según el informe “Cost of a Data Breach” de IMB, en 2021 el costo promedio de una brecha de seguridad de datos fue de USD 4.24 millones a nivel mundial, un 10% más de lo reportado en 2020, cuando el costo promedio fue de USD 3.86 millones. Para el 2022, la Corporación Internacional de Datos estima que la inversión mundial en ciberseguridad estará cercana a los USD 133.700 millones.
Sin lugar a dudas, la implementación de la ciberseguridad no solo es una tendencia, sino una necesidad que le evita consecuencias importantes a las empresas, procurando su confiabilidad y buena reputación de cara a los clientes.
El impacto de un ciberataque puede abarcar desde filtración de información confidencial y bloqueo de recursos tecnológicos, hasta inestabilidad en procesos y operaciones, provocando pérdidas económicas y, por ende, el cierre de la compañía.
Entre las consecuencias que se pueden generar luego de un ataque a la infraestructura digital de una empresa se pueden encontrar:
La cibercriminalidad se ha diversificado tanto como las estrategias que los profesionales en ciberseguridad han venido desarrollando para prevenir y combatir los ataques digitales, por eso las empresas enfocan cada vez más esfuerzos en la protección de datos a través de la pedagogía con trabajadores, pues en muchas ocasiones es el factor humano la vulnerabilidad más notable cuando de abrir paso a ciberataques se refiere.
Dentro de las amenazas cibernéticas más comunes se encuentran:
De acuerdo a datos entregados en una investigación realizada por Check Point, empresa global de soluciones de seguridad informática, en 2022 los ataques digitales a empresas han aumentado en un 59%, en comparación con 2021.
Por su parte, Fortinet, empresa de servicios de ciberseguridad, encontró que, durante los primeros seis meses de 2022, América Latina y el Caribe experimentó 137.000 millones de intentos de ataques cibernéticos, un 50% más comparado con el mismo periodo en 2021, año en el que se registraron 91.000 millones de intentos.
Las cifras, además de revelar el panorama y los retos para la ciberseguridad en el futuro, reafirman la importancia de promover el conocimiento de los tipos de ciberamenazas a las que están expuestas las empresas, con el fin de mejorar las medidas de prevención frente a los ciberataques.
Aunado a los esfuerzos de inversión y pedagogía sobre las ciberamenazas, las empresas deben asegurarse de contar, no solo con acciones puntuales de prevención y reacción ante ataques digitales, sino también de estrategias integrales de ciberseguridad, eficientemente estructuradas y capaces de abordar de forma multidimensional la seguridad cibernética de la compañía.
La importancia de una estrategia integral de ciberseguridad radica en la posibilidad que brinda de abordar soluciones de prevención, acción y reacción frente a los ataques digitales, pero también en la oportunidad de establecer protocolos y políticas de seguridad que permitan tener una ruta clara de intervención frente a las ciberamenazas.
La ciberseguridad se proyecta cada vez con más fuerza como esa práctica de obligatoria implementación en las empresas, ya que protege no solo los datos sino el bienestar de la compañía y procura la inversión para la optimización continua de su infraestructura de seguridad.
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